Loading...

“…tenemos que comprender que la felicidad no es un estado de ánimo, la felicidad es algo mucho más profundo, es una condición del ser, es un estado ontológico…”

 

 

”…Lo primero que debemos hacer es dedicar tiempo a realizar una reflexión profunda, a intentar separar lo superfluo de nuestra esencia. Hacer un cuestionamiento consciente y recóndito de nuestros propios valores. Esto es algo que usualmente se logra con mayor facilidad con la ayuda de un guía, de un Coach. Utilizar la meditación y los silencios para ayudarnos a lograr esos estados de introspección hacia nuestro núcleo, buscando intervenir en nuestro sub-consciente, en esas memorias y en esos archivos que ni siquiera sabemos que existen…”

 

Es cada vez más común leer artículos, escuchar conferencias, e incluso, encontrarnos con libros en los anaqueles que nos hablen sobre la necesidad de alcanzar la felicidad. Con frecuencia nos topamos con frases que nos dicen que todos tenemos derecho a ser felices, o que el objetivo de todo ser humano debe ser buscar y alcanzar su propia felicidad. Pareciera así como la búsqueda de la leyenda de El Dorado durante la conquista española en América Latina. Es decir, algo que muchos andan por ahí buscando sin saber exactamente qué es y en donde está; pero obstante, estamos convencidos de que es posible alcanzar.

 

El párrafo anterior comienza entonces a delinear la raíz del problema, nos hablan y nos hablan sobre la felicidad, nos empujan y nos motivan a alcanzarla. Entonces, un buen día tomamos la decisión, y con osadía nos emprendemos en ese viaje, poniendo la felicidad como destino final. Hemos resuelto con determinación que vamos a ser felices a toda costa, nos lo merecemos, y por si fuera poco, también hemos escuchado que todos, sin excepción, podemos y tenemos la capacidad de lograrlo. Y de esta forma, al cabo de un tiempo empiezan a aparecer las frustraciones, y comienzan muchos a cuestionarse y a preguntarse qué hay de mal en ellos, ¿Por qué algo tan alcanzable y tan necesario no nos ha llegado? Qué pasa con nosotros que no logramos tener aquello que todo ser humano debe alcanzar, o por qué cuando creemos haberlo alcanzado, pareciera ser tan intermitente.

 

La respuesta es que no, no hay nada malo con quien no consigue la felicidad. De hecho, a decir verdad, terminaría siendo algo de pura casualidad el que lo lográsemos de esta manera. El meollo del asunto está en que hemos equivocado el proceso.

 

Pongamos toda esta argumentación en contexto. Para comenzar cualquier tipo de búsqueda, lo primero que tenemos que hacer es responder la pregunta, ¿Qué es lo que estamos buscando?  ¿Cuando hablamos de “felicidad” nos estamos refiriendo a un concepto colectivo, o a un concepto universal?, ¿A un destino, o a un camino? No está nada claro verdad, y lo peor es que aún estamos en un plano genérico, porque si pasamos al plano Ontológico, podríamos preguntarnos si la felicidad esta fuera o está dentro de nosotros, o si nuestra visión de la misma es egoísta o altruista. Incluso, también es posible que nuestros conflictos y traumas de infancia nos estén llevando a estados de confusión emocional, como por ejemplo el buscar siempre complacer a otros sin importar nuestros propios deseos, para que de esta forma nos creamos que somos seres felices.

 

En definitiva y para no seguir complicando este pastel, el hecho es que, lo primero que tenemos que hacer es un acto de reflexión profundo que nos ayude a entender qué es para nosotros la felicidad. Es fundamental asumir éste como un suceso personalísimo, una expresión intima de nuestro ser y nuestra esencia, que debemos procurar descontaminar de toda esa influencia generacional, cultural, religiosa, familiar, económica y científica. Es decir, aceptar su atribución; pero procurar evitar su influjo, en un acto de pura ontología.  Pero… ¿Es posible lograrlo? Y ¿Cómo lo hacemos? Porque ahora pareciera aún más complejo. Pero estén tranquilos que no es complicado, ya lo vamos a ir simplificándolo paso por paso.

Aunque obviamente, si ya sabemos que esto representa un drama existencial para la mayoría de los seres humanos, tampoco podríamos esperar que lo resolvamos con una guía rápida ¿Cierto? Veamos entonces cual podría ser una visión acertada.

El problema comienza cuando tomamos esta legitima decisión tan solo desde nuestro corazón, y con mucha determinación comenzamos a buscar algo sin antes preguntarnos qué es lo que estamos buscando, porque nos hemos pasado la vida bombardeados por diversas ideas, que nos disparan incesantemente desde numerosos flancos. Desde la religión nos plantean un camino, los motivadores nos dicen que la respuesta está en cultivar nuestro espíritu, los psicólogos nos recomiendan que bajemos el estrés, desde Europa nos llega la cultura del slow down, que no es más que bajar la velocidad a la alocada vida moderna. Desde Estados Unidos, nos dicen que es el sueño americano, que además lo más importante es trabajar, trabajar y seguir trabajando, más horas por semana y menos vacaciones, la veneración del trabajo a su máxima expresión y usan para esto el adjetivo hustler, que además los llena de orgullo. Los publicistas nos quieren convencer que seremos más felices mientras más bienes materiales poseamos, o mientras más comida chatarra comamos. Las nuevas tendencias promueven el desapego, los productos orgánicos, la vida natural, y podríamos incluir en este grupo a los Millenials que ahora nos hablan de preferir las experiencias, los viajes, la socialización – aunque lo hagan por mensajes de texto – y todo esto con el mismo objetivo final: alcanzar la felicidad.

 

No sé ustedes, pero solo de escribirlo me siento abrumado. No obstante, sigamos un poquito más. Los budistas nos dicen que lo que importa no es el destino sino el camino, por lo que alguno podría pensar que lo importante no sería alcanzar la felicidad, sino estar “en busca de la felicidad”, que por cierto es el título de una película, ¿Alguno la recuerda? fue protagonizada por Will Smith sobre la vida de Chris Gardner, una historia excelente y muy recomendada, pero terriblemente triste en mi opinión. Y pudiéramos seguir enumerando ideas e ideas sin parar, pero… ¿A quién le hacemos caso?

 

Escena de la película “En busca de la felicidad”

 

Creo que ya queda bastante claro cuál es el problema, y porqué se nos hace tan difícil alcanzar la felicidad. Entonces pasemos ahora a ver cuál es la clave para lograrlo. Pero antes, para los que se perdieron en este camino, vamos a resumirlo. Podríamos decir que el problema es un exceso de opiniones, por un lado, y mucha desinformación por el otro. La razón por la cual existen tantas opiniones, lejos tiene que ver con que alguien nos esté mintiendo, es algo muy simple, y se refiere al hecho de nuestra propia esencia, de lo que nos hace ser seres especiales, maravillosos y únicos. Y es esa misma singularidad la que hace que nuestros gustos también lo sean y, por ende, existan tan diversas ideas sobre dónde encontrar la felicidad.

 

Hay quienes en verdad consideran que la felicidad está en la acumulación de dinero per se, sin ningún otro objetivo que el verlo crecer en su cuenta de banco, al igual que hay quienes encuentran la felicidad en trabajar largas e interminables jornadas, como también hay otros que la encuentran en complacer los deseos de alguien más; llámese, padres, figuras de autoridad, sociedad, entre otros. Obviamente, en este tipo de conductas muchas veces existen traumas ocultos no superados, y aunque varias de estas personas no lucen tan felices como dicen serlo, es lo más cerca que podrán estarlo, si primero no reconocen y superan las condiciones que los mantienen atascados en esas conductas.

 

Pero entonces, en dónde podríamos decir que se encuentra la felicidad, ¿Será correcto decir que hay un denominador común que nos pueda dar alguna guía? La verdad, aunque es bastante arriesgado hacerlo, yo me atrevería a decir que sí. Luego de tantos años analizando la conducta humana, e investigando y escudriñando arduamente sobre el tema, me atrevería a decir que el factor común en la felicidad consiste en tener un objetivo de vida, y cuando este objetivo, razón o propósito incluye el crecimiento y está vinculado en mayor o menor medida a un deseo altruista, la ecuación se hace mucho más acertada.

 

De esta idea se desprenden varias hipótesis que nos pueden ayudar a aclarar un poco todo el enredo de arriba. Una de ellas sería, que al vincular la felicidad con tener un motivo u objetivo de vida, entonces estaremos hablando de un proceso sin fin, de un camino, más que de un destino; pues no se trata de algo en particular que deseamos alcanzar, o un punto final al cual debemos llegar. Por otro lado, y aún más contundente, es la idea de que lo que tendremos que buscar entonces es nuestra pasión, nuestro propósito de vida, una actividad a la que deseemos dedicar una porción importante de nuestro tiempo y de nuestra existencia. Ya esto es algo más concreto y fácil de visualizar, por lo tanto, más sencillo de alcanzar. Y por último, está la idea de que si esa actividad involucra, el crecimiento personal o colectivo, la cooperación y además proporciona bienestar a otras personas, parecieran estar incrementándose las posibilidades de que estemos transitando en la senda correcta.

 

En este momento, creo que es indispensable hacer un pequeño paréntesis y distinguir entre felicidad y alegría. Ya que para mí, ser feliz, no necesariamente implica estar alegre todo el día. De hecho, los seres humanos, como seres emocionales que somos, requerimos vivir todas nuestras emociones. La tristeza, es importante abrazarla y luego dejarla ir. El miedo, es una emoción indispensable para la supervivencia, tan solo debemos saber canalizarlo, y así sucesivamente con el resto de las emociones – ya sobre estos temas estaré escribiendo con más detalle próximamente –. De esta forma tenemos que comprender que la felicidad no es un estado de ánimo, la felicidad es algo mucho más profundo, es una condición del ser, es un estado ontológico. Por lo tanto, podemos ser felices y sin embargo sentirnos tristes o enojados de manera transitoria.

 

Entonces, de modo concreto, para lograr la felicidad lo primero que debemos hacer es dedicar tiempo a realizar una reflexión profunda, a intentar separar lo superfluo de nuestra esencia. Hacer un cuestionamiento consciente y recóndito de nuestros propios valores. Esto es algo que usualmente se logra con mayor facilidad con la ayuda de un guía, de un Coach. Utilizar la meditación y los silencios para ayudarnos a lograr esos estados de introspección hacia nuestro núcleo, buscando intervenir en nuestro sub-consciente, en esas memorias y en esos archivos que ni siquiera sabemos que existen. Para luego, desde ese estado de conciencia y de quiebres, poder proyectarnos hacia el futuro. Logrando así definir nuestro objetivo y por derivación, nuestro plan de vida.

 

Sí, es verdad, cada uno de nosotros cuenta con las herramientas y los equipos necesarios para lograr ser feliz, aunque algunos hayamos estado más contaminados, y otros seamos más proclives a desarrollarlo de forma natural. No obstante, conseguir nuestro propósito, nuestra misión, nuestro objetivo de vida, es tarea pendiente e indispensable para ser felices. Sin importar tu situación actual, sin importar tu historia, y sin importar tu condición como ser humano, definitivamente, puedes lograrlo. No es una labor simple, no, muchas veces requiere dedicación y convicción, pero es un trabajo maravilloso y enriquecedor. Pues cuando tenemos claridad sobre lo que estamos haciendo y contamos con la ayuda adecuada, todos, sin excepción, podemos encontrar nuestro objetivo de vida y lograr la felicidad.